ALIMENTACIÓN VS NUTRICIÓN
La sociedad se encuentra dentro de un proceso de evolución que lleva asociado nuevos estilos de vida como consecuencia de la nueva organización familiar. Esta organización junto con los avances tecnológicos en alimentación y el modo de vida, nos ha llevado a una alimentación continuada a cualquier hora del día y una disrupción en las fases de luz/oscuridad. Actualmente, ya se sabe que la alimentación puede ser un factor determinante en la protección de la salud y en la prevención de enfermedades, pero ¿por qué cada vez se incrementa la incidencia de enfermedades?
Si buscamos estadísticas actuales vemos un incremento en la incidencia de enfermedades metabólicas (enfermedades no transmisibles como: enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2 y cáncer) y además la previsión es que sean una de las primeras causas de mortalidad, morbilidad y discapacidad en el mundo en los años venideros. A estas enfermedades se las conoce como enfermedades crónicas no transmisibles (hipertensión, dislipemia, diabetes), asociadas todas ellas con la obesidad, y por consiguiente con la alteración en las vías metabólicas del organismo.
Estas enfermedades hoy en día, como ya he dicho, se encuentran en auge debido a los horarios de vida alterados, la rápida urbanización, en muchos casos sin planificar; a los hábitos de vida poco saludables que han ido incorporándose y al envejecimiento de la población producido por los avances en la medicina. Todo esto ocasiona, que gran parte de la población no realice prácticamente ejercicio físico, debido a la facilidad de transporte, nuevas tecnologías y acceso rápido a cualquier tipo de comida. Además, se unen a dietas poco saludables con un alto aporte calórico y bajo valor nutricional, haciendo que no solo los alimentos que consumimos quieran cubrir los requerimientos del cuerpo, sino también los de la sociedad. Por esto, vemos como los condicionantes sociales tienen un rol central en la gestión de la enfermedad.
Según la OMS, las enfermedades crónicas no transmisibles (ENT) acaban con la vida de 41 millones de personas al año, o sea el 71% de las muertes del mundo. Las muertes por enfermedades cardiovasculares se elevan a 17,9 millones/año y por diabetes por ejemplo a 1,6 millones. Organización Mundial de la Salud. Enfermedades no transmisibles. [En línea]. Disponible en <https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/noncommunicable-diseases>. [Consultado el 4/5/2021].
Hoy en día el estado nutricional es evaluado por ingesta calórica, mediciones antropométricas y parámetros bioquímicos. Pero es importante entender, que nos sólo puede ser evaluado con estos parámetros, sino que hay que tener en cuenta también el contexto sociocultural. Los problemas nutricionales no pueden ser evaluados de manera general, ya que no todas la sociedades ni culturas son iguales. Audrey Richards (1939) nos decía:
La nutrición es el deseo más recurrente y primario, mientras que si nos fijamos en una esfera más amplia como es la sociedad humana, la nutrición determina la naturaleza de las agrupaciones sociales y la forma en que adaptan sus actividades.
Por lo tanto, debemos pensar que la salud humana está supeditada a lo que ingerimos; pero no nos podemos olvidar que existe una interacción entre lo cultural y lo biológico en la dimensión de la alimentación.
Los individuos necesitan primero alimentarse, para después nutrirse, y la alimentación es la que nos sitúa en ese proceso alimentario desde una mirada social y cultural. Y la nutrición, es la que nos dará la visión de cómo la alimentación afectará a nuestro estado de salud, nuestras funciones metabólicas y a nuestra propia vida desde una mirada biológica. Ambos vértices, social y biológico, se encuentran unidos en el plano conceptual; ya que lo que ingerimos afectará al estado de salud del individuo (Diaz, 2011).
También desde el punto de vista evolutivo, podemos decir que el ser humano tenía la capacidad de almacenar grasa como fuente de energía. Esto fue un fenómeno adaptativo a la falta de alimentos en ciertos momentos y la incapacidad de poder almacenarlos (Busdiecker et al., 2000) (Montero, 2001) (Cantú y Moreno, 2007). Esta capacidad de almacenar grasa fue un factor genético evolutivo utilizado para sobrevivir debido a una gran actividad física. Pero hoy en día, aunque nuestra genética no ha cambiado, si lo ha hecho nuestro estilo de vida, siendo una población prácticamente sedentaria. A esto tenemos que sumarle el aumento en la ingesta de grasas y azúcares refinados, provocando un aumento de la obesidad metabólica y enfermedades crónicas no transmisibles. Lo que antes era una ración ahora no llega ni a la mitad de la misma. Sino fijamos en el supermercado, hace 40 años los yogures tenían una capacidad de 125 gr, en la actualidad si nos acercamos a la nevera de los lácteos además de encontrar una amplísima cantidad de yogures líquidos (disminuyen nuestra saciedad, por encontrarse en estado líquido) el tamaño de los mismos se ha ido multiplicando exponencialmente; hasta llegar a lo que llaman envases individuales de 245 ml, casi el doble. También podemos fijarnos en el tamaño de las hamburguesas de una conocida marca de comida rápida que todos conocemos, cada vez ha ido en aumento y con ello el contenido calórico de las mismas.
Pero eso no es todo, cuantos alimentos nos llevamos a la boca que jamás hemos mirado cual es su composición, que los compramos por el mero hecho de que se anuncian en la tele, nos llaman la atención y al pasar al lado de ellos con el carrito en el super los introducimos sin hacernos ninguna pregunta.
Hay estudios que evidencian que la ingesta de forma incontrolada en tiempo y forma hace que se alteren las señales de hambre y saciedad, dando como resultado niveles bajos de leptina sérica (Oike et al., 2014) (Gómez-Abellán et al., 2011) (Scheer et al., 2009). Esto conlleva un incremento del apetito, llevándonos a una mayor ingesta con la consiguiente aparición de la obesidad (Hirayama et al., 2018). Ya Fischler en 1979, hablaba de la sustitución de la “gastro-nomía” por la “gastro-anomia”, explicandonos como las comidas se estaban volviendo “desocializadas y aperiódicas”; por lo que las hormonas de la saciedad y el apetito podrían encontrarse totalmente alteradas.
La antropóloga Gracia en 1996, ya nos hablaba de la dimensión cultural del cambio en su análisis “Paradojas de la alimentación contemporánea”, donde derrumba la idea de que la entrada al mundo extradoméstico de las mujeres es lo que genera un cambio de alimentación, mostrándonos cómo la tecnología y la urbanización son los factores claves en los cambios de hábitos alimentarios. Ya lo habréis visto en mi página, pero es cierto, el código postal puede afectarnos más que nuestro código genético, con respecto a la salud. Todos estos avances nos han traído una nueva forma de satisfacer las necesidades en alimentación, asociados al estilo de vida (turnos de trabajo, uso de tecnologías, etc.), además de la comercialización y conservación de los alimentos (Aguirre, 2001).
Por lo tanto, no hay un determinismo cultural ni uno genético, sino que se produce una variabilidad de este sistema tan complejo. Este sistema dependerá por tanto del lugar y del momento en que nos encontremos, pudiendo arrastrarnos o redireccionarlos a otros sistemas. Tenemos que ser capaces de ver este movimiento entre lo cultural y lo biológico, para poder contribuir en la evolución como un proceso de cambio biopsicosociocultural (Ramírez, 2009).
La antropología nutricional nos ayudará a ver cómo se entrelazan la antropología cultural y la biológica; explicandonos como el comportamiento del ser humano y la organización social están unidos a unos requerimientos de nutrientes específicos y a un estado de salud nutricional. La selección, adaptación y las enfermedades en nuestra historia, están relacionadas con el tipo de alimentos que ingerimos; pero también con las influencias políticas y económicas (Busdiecker et al., 2000).
Nos movemos en un sistema económico donde existe menos tiempo y se condensa el consumo (palomitas y película). Y este tipo de consumo está interiorizado y esto hace que no seamos conscientes de lo que estamos ingiriendo ni en qué momento (Mintz, 1996). La reconfiguración de la parte productiva de la sociedad junto con el tiempo, el trabajo y el ocio han recompuesto nuestra dieta. Ya en 1985, los antropólogos Marvin Harris y Levi–Strauss se planteaban, ¿“lo que es bueno para pensar es bueno para comer”? o ¿“lo que es bueno para comer es bueno para pensar”? (Harris, 1989). Paradigma que nos muestra una conexión entre alimentos (sociedad) y la nutrición (biología). También la antropóloga Ramírez Goicoechea (2009), nos apuntaba la necesidad de superar ese paradigma dual (sociedad y biología) hacia un paradigma epigenético y nos mostraba las evidencias científicas que existen de la construcción sociocultural de nuestra biología como de la construcción biológica de nuestra socioculturalidad. Esta autora nos apunta el dicho “eres lo que comes” y no sólo por el tipo de alimento, sino también por cuándo y cómo lo comemos.
Además, según SEEDO, el coste económico que se le atribuye a la obesidad y a sus enfermedades asociadas oscila entre 2 y un 8% del gasto sanitario en los países industrializados. En el documento de consenso generado por SEEDO en 2007, según los datos obtenidos con el estudio Delphi el gasto sanitario ascendería a 2.500 millones anuales (actualizado en 2002), aproximadamente un 7%. Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad. [En línea]. Disponible en <https://www.seedo.es/images/site/documentacionConsenso/Consenso_SEEDO_2007.pdf>. [Consultado el 4/5/2021].
Por todo ello tenemos que tener claro que dos términos que solemos utilizar como si significaran los mismo, no lo son y uno va a influir drásticamente en el otro y en la aparición de numerosas enfermedades. Es importante comenzar a valorar que introducimos en nuestra cesta de la compra y que beneficios nos va a aportar. Podemos realizar grandes compras, pero totalmente vacías de nutrientes. Así que parémonos un momento y evaluemos que entra en nuestra despensa, cuando lo consumimos y en qué cantidad, para después reflexionar si creemos que estamos bien nutridos o no.
Si queréis en otro artículo podremos abordar el término malnutrido vs desnutrido.